Sydney

Marzo 2002.

Por fin aterricé en Sydney, después de que mi viaje de trabajo – iba a impartir un par de cursos – había sido retrasado por los eventos del 11 de septiembre anterior.

Australia, por su situación geográfica, flora y fauna oriunda, cuida mucho de lo que entra al país. Un par de horas antes de aterrizar, desinfectan rociando una sustancia no nociva para el humano. Al pasar por la aduana se me olvidó mencionar que traía unos chocolates que le enviaba una amiga a una de las participantes de los cursos que iba a impartir. Me detuvieron, no pasó nada, pero sí me indicaron que debí haberlo reportarlo.

Me quedé en un apartotel. Tenía cocina, por lo cual siempre desayuné en el cuarto. Para la cena siempre salí, a veces cenaba en la cafetería del hotel o iba a Circular Quay (donde tenía una excelente vista de la Ópera de Sydney). 

El clima en Sydney en esa temporada era templado, me quitaba el saco para ir a la oficina. Incluso si llovía, no dejaba de hacer calor.

En las tardes, después de terminar con los cursos, me iba a caminar. Aprovechaba para comprar víveres, darme la vuelta y me encantaba entrar a una librería muy grande – Dymocks – que también tiene una fantástica sección de papelería.

El primer domingo fui al zoológico. Crucé en barco. Vi todos los animales que uno se encuentra en un zoo, pero los que más me interesaban eran los canguros y los koalas. ¿Sabías que a los canguros más pequeños se les llama wallaby?

También me encantaron los pingüinos y los dingos (perro salvaje del sureste de Asia).

El otro fin de semana tomé un tour a Las Tres Hermanas – Three Sisters, una formación rocosa en las Montañas Azules, a una hora y media de Sydney . Hay una leyenda de desamor relacionada a este sitio, lo cual no le quita lo espectacular al paisaje. Lo que más gocé del viaje fue que el chofer del autobús puso música country “australiana”. Es un género que me encanta.

Era uno de los últimos días de mi estancia de dos semanas y media de trabajo, en Sydney . Decidí ir al café que está en Circular Quay. Eran como las cinco de la tarde. Desde ese lugar había una vista magnífica de la Ópera. Al llegar, me asignaron una mesa cuya ubicación no me gustó. Pedí que me la cambiaran. Accedieron. Cuál fue mi sorpresa cuando empezó a llover, tuve que pasarme a la mesa que me habían asignado originalmente.

Es un lugar para volver, y debes contar con mucho tiempo para conocer. Valdría la pena mudarse a Australia por una temporada.

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