Diciembre 1997.
Después de haber trabajado casi 7 meses en Cozumel, tocaba volver a la Ciudad de México.
Mi amiga Mónica también renunció para pasar una temporada en su casa, en Tuxtla Gutiérrez. Nos coordinamos para viajar juntas a Tuxtla, para de ahí tomar el vuelo rumbo a mi ciudad.
En Cozumel nos despidieron Rubén y Alejandro, unos amigos y artistas poblanos, en el muelle. Rubén nos dio a cada una un dibujo como regalo de despedida. Al llegar a Playa del Carmen me quedé cuidando el equipaje y Mónica fue a comprar unos sándwiches a “Subways”. Nos subimos al camión rumbo a Palenque, donde nos quedamos dos noches para conocer Palenque, Misol-Ha y Agua Azul. Llegamos muy temprano en la mañana, tomamos un taxi y a buscar un hotelito, ya que no teníamos reservación hecha, y que pronto encontramos.
Zona Arqueológica Palenque. Una experiencia maravillosa desde que llega uno al lugar. Predomina el verde oscuro haciendo contraste con el gris de las ruinas de esta gran ciudad y centro ceremonial. También pudimos observar a un grupo de lacandones bailando y otros vendiendo artesanías, entre las que destacaba el calendario maya en trozos de cuero.
Misol-Ha y Agua Azul, fantástica experiencia donde ve uno la fuerza del agua, de la naturaleza, …
Después de dos maravillosos días, a despedirse de Palenque y continuar el viaje a Tuxtla Gutiérrez, por unos paisajes muy bellos, donde vive la familia de Mónica.
En la ciudad de Palenque, bajamos nuestro equipaje, la estación no estaba lejos, pero tuvimos que tomar otra vez un taxi. Yo llevaba tres piezas de equipaje; Mónica, que llegó a Cozumel desde Mazatlán, traía más cosas. Una las movía y la otra contaba que no faltara nada: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez y once. Ya estamos.
Un día fuimos al Cañón del Sumidero. Por la situación de seguridad de ese tiempo no era recomendable tomar el coche para ver el paisaje desde arriba, pero si se podía tomar una lanchita para disfrutar del estrecho cañón y del bello paisaje entre grandes paredes. Después visitamos Chiapa de Corzo, donde caminamos por el centro pasando por la Fuente Mudéjar. Compré algunos regalitos y probé el pozol, una bebida elaborada a base de agua, masa de maíz y cacao.
Al día siguiente fuimos a San Cristóbal de las Casas, una ciudad colonial muy bella a unos 2200 metros sobre el nivel del mar. Caminamos y exploramos la ciudad con sus parques, quioscos e iglesias. Comimos en un restaurante cerca de la alameda.
Con esto terminó mi primera visita a Chiapas. Le dije un “hasta pronto” a Tuxtla Gutiérrez con unos ricos tamales chiapanecos, ya que, a través de los años, he estado visitando a mis amigos de vez en cuando.