Noviembre 2018.
Traía a Campeche en mi mente desde hacía más de 10 años, cuando una compañera del yoga mencionó que había ido.
Lo que más me interesaba era la ciudad amurallada de San Francisco de Campeche.
Por fin hice este viaje. Las conexiones aéreas no son buenas. Llegué el sábado por la noche. Lo primero que hice fue buscar un taxi. Había un mostrador, con sólo dos personas / empresas. Compré mi boleto y el mismo señor que me vendió el boleto fue el chofer que me llevaría a mi hotel. Compartí el carro con otra pareja. Nos quejamos de que cada quién debería ir en su coche, a lo cual el chofer respondió que no había más carros y que lo teníamos que aceptar o esperar. Ahí comencé a ver el poder de los taxistas en Campeche.
Mi hotel – con una pequeña piscina – se encontraba en el límite del centro y a un par de cuadras del malecón. Así lo había yo seleccionado, para poder alternar un día de visitas con un día de descanso y lectura junto a la alberca y caminar por el malecón.
El “bellboy” me llevó a mi cuarto y al despedirse me entregó la tarjeta de un taxista, por si quería hacer alguna excursión. Si, hay agencias de viajes en Campeche que puede uno contratar (con o sin guía), aunque los taxistas también lo pueden llevar a uno a las ruinas y ellos te contactan con un guía. Los costos son más o menos los mismos – quizá un poco más barato con un taxi –.
El domingo, después de un buen desayuno, me fui a recorrer el centro. Comencé caminando por la Calle 8. Subí a la parte amurallada para disfrutar de las excelentes vistas, tanto de la ciudad como del mar. Entré al Museo de la Arquitectura Maya (ubicado en el Baluarte de la Soledad). Seguí mi camino hasta llegar al Baluarte de San Carlos y después tomé la Calle 67. Primero le eché un vistazo al Ex-Templo de San José para después dirigirme al Baluarte de Santa Rosa. De ahí continué ligeramente a la izquierda y el camino me llevó al Baluarte de San Juan. Continué caminando por la Calle 18 y después la Avenida Cto. Baluartes (ubiqué el mercado) y continué hasta el Baluarte de San Pedro, donde me senté en una banquita a descansar y ver pasar la gente. De ahí me fui caminando en zigzag, entrando a un par de iglesias hasta la Plaza de la Independencia. Visité la Catedral y lugares a la redonda. Ya más tarde comí en una fondita cerca del hotel degustando un bistec de cazuela.
El día siguiente lo dediqué a nadar y a leer. En la tarde fui al Jardín Botánico Xmuch’haltun. Es pequeño y lo recorrí rápido, pero me quedé sentada un buen rato en una banquita disfrutando de ese bello ambiente. De ahí me fui al Malecón a caminar.
El martes me fui a conocer la Antigua Ciudad Maya y Bosques Tropicales Protegidos de Calakmul. Son aproximadamente 4 horas de viaje desde la ciudad de Campeche. El lugar es mágico. Como también en Edzná, no hay vendimia en estos centros, lo cual me pareció perfecto. Calakmul está a unos kilómetros de Guatemala. Fue un importante centro político-religioso comparándose con Tikal y Palenque. El guía también nos habló de la flora y fauna del lugar (el lugar es un importante santuario de biodiversidad de Mesoamérica), nos comentó que hace muchos años, por el tipo de carretera de entonces, llegaban a acampar a las inmediaciones de Calakmul y de vez en cuando llegaban a ver un jaguar. Nos platicó del uso de las maderas y frutos de los diferentes árboles. Vimos una pareja de monos con su cría – arriba, en lo alto de los árboles -.
El miércoles por la tarde “renté” un taxi por hora que me llevó a ver el Cristo Negro de San Román. Después fuimos al Museo Arqueológico ubicado en el Fuerte de San Miguel y a continuación al Fuerte de San José el Alto donde se exhiben armas de los siglos XVI al XIX.
El jueves fui a Edzná que se localiza a unos 45 minutos de la ciudad de Campeche. Como guías tuve a una perrita y a un señor con el que, además de instruirme sobre el lugar tuve muy buenas pláticas filosóficas sobre el sitio, la política y el mundo.
De vuelta en la ciudad de Campeche, le pedí al chofer me dejara en el mercado (a un costado del centro de la ciudad). Comí un papadzul y después me compré una bolsa de mandarinas, y me fui a la Plaza De la Independencia, donde me senté en un banquito a comérmelas y observar a la gente.
Disfruté mucho de la comida campechana. Aparte del pan de cazón, los panuchos, la cochinita y la sopa de lima (éstos dos últimos platillos yucatecos) que ya conocía, comí camarones al coco y el chile X’catic – que buena enchilada me dí -.
Fueron pocos días y hay todavía mucho más para conocer en el estado de Campeche… será en un próximo viaje…